Para consolidar la independencia de Chile y reforzar la de las Provincias Unidas del Río de la Plata, O’Higgins y San Martín, invocando estrategias que hoy llamaríamos de Seguridad Nacional y Geopolítica, estiman imprescindible lograr la independencia del Perú. La élite del virreinato es partidaria de una mayor autonomía pero, con algunas excepciones, no desea la independencia. Tampoco se trata de un conflicto entre liberales y absolutistas, porque ambas facciones, tanto entre civiles como oficiales del ejército, están conscientes en que los dominios de América deben continuar perteneciendo a la Corona.Debido a esto se decide la Expedición Libertadora del Perú, al mando del general José de San Martín pero bajo pabellón chileno, porque nuestro país asume la organización y financiamiento de la misma. El momento es propicio por las luchas intestinas existentes en España entre constitucionalistas y absolutistas. Pero, los observadores extranjeros no creen posible la organización de la escuadra nacional, que no sólo debiera transportar las tropas, sino que también apoyar de manera coordinada el ataque. En agosto de 1820 ejército y armada están en condiciones de partir. El vicealmirante Lord Cochrane, contratado por el Gobierno de Chile, queda sometido en su calidad de jefe de la Escuadra a José de San Martín, designado General en Jefe del Ejército Libertador del Perú y Generalísimo de Mar y Tierra. Los oficiales de la armada, así como un nutrido porcentaje de la marinería, son mayoritariamente mercenarios extranjeros, con predominio de ingleses y norteamericanos.
Lord Thomas Cochrane, marino británico al servicio de Chile
Con todo, la conquista del Perú no es la finalidad última elucubrada por O’Higgins y la fantasía de Cochrane. Ambos han apreciado en Inglaterra la importancia del factor naval en la hegemonía geopolítica lograda por esa potencia, y abrigan el proyecto de formar en el Pacífico un imperio marítimo chileno que, en cierto modo, se asemeje al británico. Sus planes son la incorporación a Chile de la zona austral (Valdivia y Chiloé), y fuera del territorio nacional su idea es obtener bases navales permanentes en Callao y Guayaquil, mientras por el extremo opuesto del océano, habría que conquistar las islas Filipinas, pertenecientes al Imperio español. Acabado el poder de aquella potencia, la escuadra chilena impondrá el orden mercantil en todo el Pacífico, con un comercio liberal y abierto a todas las naciones. Este plan entusiasmó al general San Martín.
Sin embargo, la historia se plasma de forma diferente a las ensoñaciones sobre una talasocracia chilena, que tienen bases tan ambiciosas como poco prácticas. Las incomprensiones que hacia mediados de 1821 surgen entre el marino escocés y San Martín, debido a la lealtad del Lord con Chile, le hacen rechazar la incitación del Protector del Perú, de ponerse a su servicio y llevar a la realidad la conquista de las Filipinas. El marino británico lamenta que, al rendirse El Callao a San Martín y no a él, como almirante chileno, se haya afectado el proyecto de dominio de Chile en el Pacífico, y emplear ese enclave estratégico naval para sumar a Guayaquil. El Protector desea ahora que el Perú sea el centro de aquel plan geopolítico. Hasta fines de ese año y aún más tarde, O’Higgins y Cochrane siguen acariciando el proyecto oceánico. Sin embargo, Chile no está capacitado ni espiritual ni económicamente para semejantes ambiciones. Conseguido el principal objetivo, que era la independencia del Perú, desaparecido el poder naval de España, dividida la escuadra, que en parte importante pasó a formar parte de la naciente armada peruana, y desechado el plan por el Gobierno, Cochrane escribe, premonitorio, en su despedida: «Todo cuanto yo he podido para el bien del Servicio Naval de Chile ha sido, o negado, o retenido hasta que el tiempo ha pasado ya, en que, el adoptar una diferente línea de conducta, podía haber puesto a Chile en el primer rango de los Estados Marítimos en una mitad del globo terrestre y temo que ha pasado para no volver jamás».
Isidoro Vásquez de Acuña, Academia Chilena de la Historia
Fuente: Chile en cuatro momentos, 1810. Volumen IV, Universidad de los Andes-El Mercurio 2009, página 24.
Libro: Cochrane y la independencia del Pacífico por de Alamiro Ávila Martel, Santiago, 1976.