Primer combate naval/bombardeo de Antofagasta (26 de mayo)
El 26 de Mayo el Huáscar hace su entrada al Puerto de Antofagasta, disparando su primer cañonazo sobre los regimientos apostados en ese puerto.
La Covadonga se mezcló entre los buques neutrales extranjeros que se encontraban atracados, mientras el Rímac se lanzaba a toda velocidad rumbo al sur.
En un principio el Huáscar salió en persecución del buque chileno, pero después de una hora sin poder darle caza, con escasez de carbón emprende su regreso.
Lentamente se acercó al puerto en busca de la Covadonga, la que se encontraba entre buques extranjeros, no pudiendo disparar, evitando así dañar a algún buque neutral.
Los mercantes también se interponían a la idea de Grau de bombardear los condensadores de agua. Sólo estaba a la vista la aduana.
El primer disparo hecho por Palacios cayó cerca de los depósitos de salitre, luego los siguientes destruyeron cañones chilenos sobre la aduana y la condensadora.
Cañonearon el puerto, dejándolo en muy malas condiciones. El Huáscar se retiró del lugar rumbo al norte.
La acción fue el primer bombardeo naval nocturno de la guerra. Al día siguiente apresa dos naves mercantes en Cobija.
Segundo combate naval de Iquique (10 de julio)
No pudiendo encontrar al Abtao, que ya había sido reparado, el Huáscar ataca a las unidades navales que bloquean el puerto e intenta hundir al Vapor Matías Cousiño, pero los disparos dirigidos contra este transporte atrajeron a la cañonera «Magallanes», esta elude con mucha pericia marinera varias embestidas del espolón adversario a pesar de su inferioridad. Pero ante la llegada del Blanco y ante la probabilidad de tener que enfrentar al blindado «Cochrane», el Comandante Grau decide regresar a su refugio en Arica.
Resultaron heridos 3 marinos chilenos.
Bombardeo de Iquique (16 de julio)
La Escuadra chilena estaba frustrada.
El Almirante Juan W. Rebolledo maldecía su mala suerte.
Su viaje al Callao para sorprender a la escuadra enemiga había fallado, y en su lugar los buques peruanos habían azotado Iquique. La noche anterior habían tenido en la mira al Huáscar, pero también habían fallado, permitiendo la huída del monitor.
Furioso con tanto traspié, Williams Rebolledo debía descargar su ira.
La forma era una sola: Bombardear el puerto peruano de Iquique.
El oficial peruano Delhorme, destinado en Iquique, se encontraba en el morro cuando al apreciar la bahía, noto que los buques chilenos que mantenían el bloqueo no se encontraban en sus posiciones acostumbradas, sino que estaban en formación de ataque apuntando sus cañones hacia el puerto.
El bombardeo lo comenzó el Blanco Encalada apuntando sobre la prefectura.
Esta vez no hubo aviso que permitiera evacuar a los civiles. Una lluvia de proyectiles siguió al del buque del Almirante, destruyendo todo lo que había a su alcance.
Toda la ciudad temblaba con los atronadores golpes de fuego.
Mas de 40 cañonazos azotaron la ciudad, después de los cuales la Escuadra chilena volvió a sus antiguos lugares a mantener el bloqueo.
Captura del Transporte Rímac (23 de julio)
Los buques peruanos Huáscar y la Unión luego de enterarse del bombardeo de Iquique, zarpan rumbo a mares chilenos en busca de causar el mayor daño posible a su enemigo.
El 17 de julio zarpa a interceptar un convoy chileno.
Al día siguiente, encontrándose frente a Mejillones, se alegran pensando en que tenían 700 millas de mar enemigo para acechar. La primera víctima que cayó a manos del Huáscar fue el mercante chileno Adelaida Rojas, que transportaba 1.700 toneladas de carbón.
Luego la Unión captura el bergantín Savoy Jack cargado de cobre. Estos dos buques fueron abordados y enviados al Perú con tripulaciones sacadas del Huáscar y la Unión respectivamente. Después decidieron separarse para abarcar más.
La Unión entra a Caldera y el Huáscar siguió rumbo al sur. Ambos buques cañonearon puertos y embarcaciones menores chilenas. Capturaron otro mercante chileno lleno de cobre, el Adriana Lucia. La presa más importante estaba por llegar.
El Paquete Maule con un batallón de infantería y armas, proveniente de Valparaíso con destino a Antofagasta, tuvo la fortuna de pasar de noche y sin luces por donde esperaban al acecho los buques peruanos, llegando a salvo a su destino, pues no fueron vistos por los enemigos.
No corrió la misma suerte el buque chileno Rímac que transportaba a uno de los mejores regimientos que contaba Chile, 300 Carabineros de Yungay con sus finos caballos y abastecimiento de guerra que también iban a bordo.
La desgracia estaba en el aire, el coronel Manuel Bulnes, oficial al mando del regimiento chileno, estaba nervioso, faltaba poco para llegar a Antofagasta, pero presentía que algo no andaba bien. Desde Antofagasta, el ministro Santa María, había recibido noticias que los buques peruanos andaban en mares chilenos, lo que ponía en peligro sus embarcaciones que venían del sur, por lo cual envió al Cochrane a proteger a sus embarcaciones menores, pero ya era tarde.
Los buques peruanos no dejarían pasar esta oportunidad. La Unión avista al Rímac, el cual al darse cuenta del peligro cambia rumbo rápidamente hacia el oeste, seguido de cerca por el buque peruano.
El Huáscar apareció en escena frente al desesperado Rímac, cortándole el paso. El transporte chileno estaba rodeado.
Aurelio García y García, comandante de la Unión quería capturarlo intacto, con su valioso cargamento y siguiendolo de cerca disparaba más que nada para intimidar la rendición que para hundirlo. Se le unió la artillería del Huáscar.
No había más que hacer, el coronel Manuel Bulnes considero que no valía la pena arriesgar a su regimiento y caballería en un combate inútil, por lo que mandó izar bandera blanca en señal de rendición.
El Rímac paró sus máquinas, los carabineros arrojaron sus rifles al mar. El capitán de fragata Melitón Carvajal y el teniente Palacios, oficiales del Huáscar, abordaron el vapor donde sobre la cubierta se encontraban los 300 chilenos, que siendo tomados prisioneros, fueron enviados en el monitor rumbo a Arica. El Rímac pasó a manos peruanas con un cargamento de 215 caballos, 245 Carabineros de Yungay, 55 soldados, 200.000 cartuchos Comblain, 150 carpas, 448 pares de botas y 700 toneladas de carbón. La travesía de los buques peruanos en aguas enemigas había terminado. Los dos buques satisfechos volvían a Arica.
El Rímac había zarpado sin escolta por orden del gobierno y la que no era de la responsabilidad del Almirante Juan Williams Rebolledo, sin embargo afectó seriamente su prestigio, quien teniendo clara conciencia de que esta falta de respaldo a su persona, afectaba indirectamente el apoyo nacional que la Escuadra requería con urgencia, resolvió renunciar.
La incapacidad de los mandos navales chilenos frente a las continuas incursiones del Huáscar al mando de Miguel Grau, fueron motivo de protestas ciudadanas en Perú, interpelaciones en el congreso y la censura del gabinete ministerial. Todo ello se agudizó con la captura del transporte Rímac, luego de lo cual se produjeron renuncias de ministros y se efectuaron inevitables cambios en las jefaturas del ejército y la escuadra.
El 2 de agosto se da término al bloqueo de Iquique por incapacidad operativa de las naves. El Almirante se desplaza al sur llevando a la corbeta «Abtao» a remolque.
En Valparaíso asume como Comandante en Jefe el Capitán de Navío Galvarino Riveros Cárdenas y somete a los buques a una recuperación de sus capacidades operativas, lo que toma la mayor parte del mes de septiembre. Esto con el objetivo de prepararse a dar caza al Huáscar. Para dicho propósito, elaboraron un plan para capturarlo, organizando a su escuadra en dos divisiones, la primera, integrada por el Blanco Encalada, la Covadonga y el Matías Cousiño, y la segunda, compuesta por el Cochrane, el Loa y la O’Higgins. La idea era tenderle un cerco al Huáscar, en el área comprendida entre Arica y Antofagasta.
Mientras tanto, el monitor «Huáscar» y su brillante Comandante continuaba atacando puertos chilenos, destruyendo instalaciones portuarias y embarcaciones, para afectar el esfuerzo económico necesario para sostener la guerra. Ante la imposibilidad de iniciar la campaña terrestre en suelo peruano, los altos mandos chilenos determinaron que el hundimiento del Huáscar era prioritario e indispensable para llevar a cabo los planes.
Luego de dejar al Rímac en Iquique, el Huáscar arribó en compañía de la Unión a la caleta de Sarco. Ahí capturaron a la goleta Coquimbo, para posteriormente llegar al puerto del mismo nombre y proseguir hacia el sur, hasta la caleta de Tongoy, localidad cercana al importante puerto de Valparaíso. Cumplido el objetivo de esta expedición, Grau y sus naves iniciaron su retorno a aguas peruanas.
Segundo combate Naval de Antofagasta (28 de agosto) 31:35
El 28 de agosto el Huáscar se acerco al puerto de Antofagasta con la intención de cortar el cable submarino para evitar la comunicación del centro de operaciones con el resto de Chile sin darse cuenta que el Abtao se encontraba entre los buques neutrales.
El monitor seguía buscando sin tomar precauciones, cuando el comandante del buque chileno don Aureliano Sánchez abrió fuego contra él, Grau pareció sorprendido, no esperaba entrar en combate, pero los cañones del Abtao volvieron a disparar.
Desde los fuertes de tierra comenzaban a prepararse para apoyar el ataque del chileno contra el monitor, cuando la Magallanes también se acercaba al lugar.
La tripulación del Huáscar asombrada tomaba sus puestos, cuando los fuertes hicieron tronar sus cañones, pero sin siquiera acercarse al monitor.
Al salir de su sorpresa, el Huáscar contraataco disparando sobre el Abtao, que a pesar de recibir el impacto se mantuvo en acción.
Se disparaba sin tregua, pero sin causarse daño grave a ninguno de los participantes.
El segundo proyectil lanzado al Abtao dio certeramente en el blanco, dejándolo fuera de combate. Los fuertes fueron el próximo objetivo del monitor los cuales le disparaban sin darle tregua. En uno de esos disparos uno de los cañones del Huáscar se desmonto, yéndose contra el teniente Carlos de los Heros matándolo instantáneamente.
La Magallanes no pudo llegar al lugar, pues el Huáscar tomó rumbo al norte alejándose de Antofagasta.
La Unión en Magallanes
El Presidente peruano al leer los documentos oficiales chilenos encontrados en el Vapor Rímac, se enteró de la llegada del Newcastle y el Gleneg, 2 buques cargados de armamentos que se dirigían a Chile por el estrecho de Magallanes.
Era una ocasión muy importante de dar un duro golpe al enemigo, tomando prisioneros los buques y apoderarse por consiguiente del valioso cargamento, por lo cual envió a la Unión rumbo al sur a cumplir con la delicada misión.
El 13 de agosto de 1879 llegaba a su destino el comandante García y García con su buque a esperar a su presa. Tenía la idea de que el primer buque ya había pasado, pero que el segundo debería aparecer de un minuto a otro, por lo cual partió a Punta Arenas en busca de información.
El tiempo pasaba y no había noticias del buque inglés. Cuando estaban frente a la bahía de Fresh Water se avistaron humos, por lo cual el comandante peruano ordena iniciar un combate, pero lamentablemente para sus fines solo era un buque alemán llamado Sakkarab.
El problema era que ese buque iba con rumbo a Valparaíso, a donde debía llegar en 4 días y por lo tanto daría la alarma de la posición del buque peruano, obligandolo a regresar al norte sin poder haber cumplido su misión.
Combate naval de Angamos (8 de octubre)
Grau recibió órdenes de zarpar con ambas naves rumbo al sur, con la finalidad de hostigar los puertos chilenos entre Tocopilla y Coquimbo, en tanto que las dos divisiones chilenas habían partido hacia el norte en búsqueda del Huáscar llegando a Arica en la mañana del 5 de octubre, no hallando allí a su objetivo.
Durante la noche del 7 de octubre, el monitor «Huáscar» y la corbeta «Unión» navegaban desde el sur de regreso a Arica, cuando avistaron en el horizonte las luces de Antofagasta.
El Almirante Grau Seminario decidió poner proa al puerto para tratar de capturar alguna presa.
A las 1:10 de la madrugada, el monitor recorrió sigilosamente la bahía sin encontrar objetivos. Se volvió a reunir con la «Unión» a las 3:00 a.m. y continuaron rumbo norte.
A la misma hora, los vigías del blindado «Blanco» avistaron dos humos sobre el horizonte. Simultáneamente, el Almirante Grau era informado de tres humos al norte y decidió aproximarse para investigar.
Al alba se disipan todas las dudas y los buques peruanos viran hacia el sur para escapar. «¡Viva Chile!», brotó espontáneamente en las dotaciones chilenas. Por fin había llegado el día.
Deliberadamente, el Capitán de Navío Galvarino Riveros Cárdenas, Comandante en Jefe de la Escuadra, ordenó ir reduciendo gradualmente el andar para hacer factible a Miguel Grau virar y retirarse hacia el norte, rumbo al Perú.
Mientras los barcos peruanos navegaban hacia el norte de regreso, ignoraban los movimientos de los buques chilenos. Las dos divisiones chilenas avanzaban desde diferentes direcciones, en posición abierta, dispuestas a cercar a su objetivo.
Al amanecer de aquel día, el Huáscar y la Unión fueron avistados por la primera y segunda división chilena frente a Punta Angamos, esto obligó a Grau a virar hacia el Suroeste para luego volver al norte a las 5:40 junto a la Unión, al percatarse de que el Huáscar no podría evadir el combate por su escaso andar.
El blindado «Blanco», observando el rumbo norte de la división peruana, aumentó su velocidad forzando sus máquinas para impedir un nuevo viraje de ésta hacia el sur.
A las 7:15, Grau avistó otros dos humos más al norte y 15 minutos más tarde reconocía al blindado «Cochrane» y la corbeta «O’Higgins» , seguida del transporte «Loa».
Lo previsto por los autores del plan se había cumplido en todas sus etapas. La «Unión», que era capaz de desarrollar hasta 13 nudos, puso rumbo noreste y escapó. Al monitor «Huáscar» no le quedó otra alternativa que aceptar el combate.
A las 9:25 horas, a la altura de Punta Angamos y a 3000 metros del blindado «Cochrane» el «Huáscar» rompió el fuego. El Comandante del blindado, Juan José Latorre Benavente no contestó y continuó acercándose gracias a su mayor velocidad hasta llegar al alcance efectivo de 200 metros de sus cañones, a las 9:40 horas.
Siendo inevitable el encuentro, el monitor peruano afianzó su pabellón disparando los cañones de la torre sobre el Cochrane a mil metros de distancia. La Covadonga y el Blanco Encalada en esos momentos se hallaban a una distancia de seis millas con dirección al Huáscar, mientras que la O’Higgins y el Loa se dirigían a cortar el paso a la Unión.
De las dos primeras granadas disparadas, una penetró la torre de artillería del monitor hiriendo a los 12 sirvientes que manejaban la ronza de los cañones de 300 libras. Otra salva, cortó las cadenas que movían al timón, perforando el blindaje del casco y dejó al «Huáscar» sin gobierno, causando que el buque cayera bruscamente a estribor, debido a una deformación causada por los espolonazos dados a la corbeta «Esmeralda» en el Combate Naval de Iquique, el 21 de mayo anterior.
Diez minutos después un proyectil penetró la torreta de mando haciendo volar al brillante Almirante peruano, Miguel Grau Seminario, quien muere instantáneamente junto a su ayudante, Teniente 1º Diego Ferré. Además, la granada inutilizó completamente a los telégrafos presentes.
Entonces tomó el mando del buque el Capitán de Corbeta Elías Aguirre, quien continuó el combate con las naves chilenas, hasta que también cayó muerto por un disparo enemigo. Uno tras otro, los oficiales peruanos se fueron sucediendo a cargo de la nave, que recibía una y otra vez los impactos de la artillería chilena.
La puntería de los artilleros chilenos dirigidos por el Capitán de Corbeta Miguel Gaona era tremendamente certera, causando estragos en la tripulación del buque peruano, porque se usaban granadas perforantes Pallisier, las que estallaban al momento de perforar la coraza.
A las 10:10 horas el «Huáscar» arrió su bandera, por lo que el blindado «Cochrane» suspendió los fuegos. A los pocos minutos un oficial no identificado la volvió a izar, pero que posteriormente los oficiales del buque chileno creyeron reconocer al Teniente Enrique Palacios, cuando éste cayó prisionero, mortalmente herido.
Reanudado el combate, el «Blanco» se incorporó a las 10:15 horas. En una desinteligencia, por una mala maniobra del «Blanco», casi chocan ambos blindados, pero la pericia del Comandante Latorre lo impidió.
El «Huáscar» pudo reparar su avería del timón, pero ahora estaba bajo el fuego de dos blindados chilenos.
Imposibilitado de combatir, el monitor «Huáscar» arrió su bandera en señal de rendición a las 10:55 horas, el Cochrane y el Blanco suspendieron el cañoneo y al ver que el Huáscar pronto se iría a pique, enviaron una dotación armada en lanchas para tomarlo. Habían sucumbido también valientemente en combate, los oficiales que habían sucedido al Almirante Grau, el Capitán de Corbeta Elías Aguirre y el Teniente Melitón Rodríguez. Además el Mayor de Ordenes, Capitán de Fragata Melitón Carbajal fue gravemente herido, mientras se ocupaba de dirigir el fuego en la torre de artillería.
El Teniente 1° Pedro Gárezon, que ahora comandaba el buque peruano, vio que ya no era posible continuar la lucha por las condiciones en las que se hallaba el buque, con sus cañones inutilizados, roto su timón, y diezmada su tripulación, ordenó abrir las válvulas de fondo para inundar el buque y así evitar su apresamiento.
Cuando los marinos chilenos ingresaron a bordo, el Huáscar ya tenía 1,20 m. de agua y estaba a punto de hundirse por la popa. Rápidamente los chilenos tomaron posesión del monitor y lograron mantenerlo a flote. Con revolver en mano, los oficiales chilenos ordenaron a los maquinistas cerrar las válvulas y posteriormente obligaron a los prisioneros a apagar los fuegos que consumían diversos sectores de la nave. Luego de reparar las averías principales, el buque fue llevado por sus propios medios a Mejillones para sus reparaciones de emergencia que le permitieran llegar a Valparaíso, donde se le harían reparaciones mayores.
La muerte del Almirante Grau fue muy sentida en la Escuadra Chilena, como lo testifica el parte pasado por el Comandante Galvarino Riveros el cuál dice: «La muerte del contraalmirante peruano, don Miguel Grau, ha sido, señor comandante general, muy sentida en esta Escuadra, cuyos jefes y oficiales hacían amplia justicia al patriotismo y al valor de aquel notable marino».
Al día siguiente se celebraron las solemnes honras fúnebres en honor de los muertos del monitor «Huáscar», asistiendo el Ministro de la Guerra don Rafael Sotomayor, el General en Jefe Erasmo Escala, el Jefe de Estado Mayor Emilio Sotomayor, el Comandante en Jefe de la Escuadra, Capitán de Navío Galvarino Riveros Cárdenas, los Comandantes de los buques de la Escuadra y altas personalidades.
Formaron los Batallones Chacabuco y Zapadores al mando de sus respectivos comandantes.
Las tropas del batallón Chacabuco rindieron los honores de Ordenanza al Almirante Grau y a cada uno de los oficiales y tripulantes fallecidos en el combate.
Con la captura del «Huáscar» y la previa neutralización de la «Independencia», la potencialidad de la Armada peruana quedó drásticamente reducida.
Por eso, la Batalla Naval de Angamos tuvo una extraordinaria importancia en el desarrollo de la guerra, pues constituyó el aniquilamiento del Poder Naval peruano.
Con el dominio del mar asegurado, el Ejército de Chile obtuvo la libertad de acción estratégica que le permitiera atacar a su enemigo dónde, cuándo y cómo lo estimara más conveniente.
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